El pasado nueve de Diciembre apareció en el diario La Verdad una noticia sobre "el menguante patrimonio histórico" de la ciudad de Murcia con la que no puedo estar más de acuerdo: Una gran parte del mismo ha desaparecido con el paso de los años víctima del desarrollismo franquista y de las primeras etapas de la Democracia actual, en nombre del cual se echaron abajo innumerables edificios emblemáticos e incluso restos arqueológicos sin preocuparse del valor que tenían o de su posible rehabilitación. Por eso mi ciudad no tiene lo que podemos considerar un Casco Histórico, sino que está salpicada de pequeñas-grandes perlas aquí y alla: los entornos de la Catedral, Plaza Santo Domingo, del Romea y de las Flores; la Estación del Carmen y la de Caravaca; la Torre de los Nueve Pisos o los edificios Victoria y Zabalburu, el Mercado de Verónicas -al que le hace falta un repaso -, varios palacetes salpicados por el centro... Edificios de gran valor y belleza pero diseminados entre anodinas estructuras modernas y que no forman entre ellos un conjunto coherente salvo a pequeña escala. Todo porque otra de las "patas" de la humanización de las ciudades de la que hablé en la primera parte de la entrada - la recuperación y puesta en valor de instalaciones o edificios emblemáticos (ya sean residenciales, industriales o militares) para su uso y disfrute de vecinos y visitantes - nos llegó demasiado tarde.
Con Cartagena, orgullosa joya modernista de la Región, por suerte no pasa eso como todos sabemos. Como si el Destino pensara que no era suficiente con los restos romanos y púnicos, con las murallas o con los castillos que coronan sus cinco colinas - la Pequeña Roma -, su casco histórico es un precioso conjunto coherente, restaurado - o en vias de hacerlo - con criterio que brilla con una belleza y un encanto únicos, fruto de lo que otrora fue una debilidad pero que la ciudad portuaria ha sabido convertir en una fortaleza: el centro ha sido durante muchos años un barrio cuasimarginal en el que había que atreverse a entrar y que no era atractivo para la especulación inmobiliaria, por lo que las fachadas modernistas han sobrevivido hasta el momento en el que empezaban a considerarse otros factores - como el atractivo turístico - en el urbanismo de las ciudades. La expansión de la UPCT también ha aportado su granito de arena a la puesta en valor de edificios como Antigones, el Hospital de Marina, La Milagrosa o los pabellones del CIM.
A mi modo de ver, ese es el ejemplo que se debe seguir en el desarrollo de las ciudades actuales, mirando hacia el futuro pero sin olvidar mantener, conservar, recuperar para vecinos y visitantes, y valorizar, un pasado que nos recuerda de dónde venimos. Es cuestión de darle otra vuelta. Ejemplos para actuar en las dos ciudades que he mencionado (que son las que más conozco) hay muchos:
Empiezo por la capital regional no por nada, sino porque - por desgracia - acabaré antes: Lo de la Cárcel Vieja parece que va para adelante, bien. La antigua Estación de Caravaca está restaurada, pero en vez de albergar las oficinas y garaje de EMUASA podía convertirse en el Museo del Ferrocarril de la ciudad - en una muy agradable conversación con D. Antonio Andreu, Presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Murcia, me enteré de que sus peticiones al respecto no han sido atendidas, cuando en las instalaciones de la CAMPSA en Escombreras hay dos tractores de arrastre diesel en muy buen estado, y tienen medio apalabrada la cesión de material rodante con el Museo del Ferrocarril de Madrid, a falta sólo del necesario apoyo institucional -. El yacimiento de San Estéban, todo un barrio musulmán de Medina Mursiya - un valioso tesoro de su época aunque no sea tan antiguo como el Teatro Romano de Cartagena - está aún tapado con lonas y sin musealizar, siete años despues (tampoco podemos chillar mucho, que lo del Anfiteatro Romano es más sangrante). Varios pabellones del Cuartel de Artillería siguen cayéndose cuando podría darseles uso (¿Qué tal una versión del mercadillo de los establos de Candem Town, en Londres?), igual que al antiguo edificio de Correos o el de Hacienda cuando se construya la nueva sede. El refugio antiaéreo de la Plaza Santo Domingo estaría bien que fuera visitable... Y aún queda por ahí alguna casona cuya fachada puede conservarse dando alma a algún nuevo edificio.
En Cartagena mejor ir por temáticas, porque si no no acabaríamos nunca: Por supuesto, la continuación de las restauraciones en el Casco Antiguo y la puesta en valor de todo resto romano o cartaginés que se ponga a tiro ( especial relevancia tienen el Anfiteatro, el Parque Arqueológico del Molinete con palacio de Asdrúbal incluido, el puerto romano reciemtemente descubierto o la Plaza del Lago). La Plaza de Toros,.aunque sea llevándola pieza a pieza a otro sitio. Todo lo que huela a Modernismo, también (lo de la Casa del Niño encanta, sobre todo si vuelve a albergar el CEHIFORM y el patrimonio fotográfico regional vuelve a exponerse en vez de estar guardado en un almacén), incluyendo la creación del Museo Regional del Modernismo que pedía la Fundación Beltrí. Las baterías de Santa Ana y Trincabotijas deberían seguir el mismo camino que el Fuerte de Navidad, y junto con los castillos de San Julián, Galeras y La Atalaya, el Arsenal, Capitanía, el Parque de Artillería y los Túneles del Espalmador (no sé si me dejo algo) podrían formar un pequeño "parque-museo" de temática histórico-militar (una sala de conciertos en estos últimos sería original, accediendo mediante autobuses o con el catamarán turístico). El antiguo Penal de San Antón bien podría ser un museo carcelario, esas curiosidades atraen a los turistas. Y, finalmente, la antigua fundición de Peñarroya a los pies del cerro de San Pedro - cuya altísima chimenea es otro icono del Puerto -. Si se descontamina, se limpia y asegura, conectada mediante un tranvía urbano y justo enfrente de la futurible "T2" de Cruceros, ¿no sería un emplazamiento atractivo y original para un "Museo de la Industria Pesada de Cartagena" con subida a lo alto de la chimenea incluida? ¿No merecería la pena echar un vistazo a ver quien es su titular y buscar un acuerdo de cesión?
Seguramente me dejaré otros posibles espacios y edificios en cualquiera de las dos ciudades, y espero que me perdonéis. Cualquier aportación vuestra a este post será bien recibida por el que suscribe y por cualquier Aladroque, Barrigaverde, murciano (de la Región) con otra Denominación de Orígen o turista. Lo mismo con las provenientes del resto de municipios. Sólo hacen falta dinero, tiempo (vuelvo a recordar la anécdota de Napoleón)..... y un poquito de voluntad política.
viernes, 16 de diciembre de 2016
viernes, 9 de diciembre de 2016
HUMANIZAR LAS CIUDADES (I)
La revolución pendiente para las ciudades actuales es la recuperación de los espacios públicos para el disfrute de los vecinos, concepto que incluye tanto la peatonalización y restricción del tráfico y la rehabilitación de edificios y espacios emblemáticos o históricos como un urbanismo amable y sostenible que premie la interacción entre los vecinos y su entorno en vez del dominio del ladrillo y el asfalto.
Durante años, las ciudades han sido sólo lugares para dormir y poco más, con lo que se le restaba importancia a su disfrute y a la calidad de vida, y la modernidad implicaba simplemente construir avenidas y edificios nuevos sin importar lo que te llevabas por delante. Casos como el de Murcia - a la que el desarrollismo franquista y protodemocrático dejaron sin apenas casco histórico - o Cartagena - durante años la ciudad más contaminada de España y que, a mi modo de ver, se ha visto perjudicada en los servicios por esa errónea visión de ciudad-dormitorio - atestiguan ese error.
Hoy en día queremos una ciudad diferente: cómoda para vivir y pasear, sostenible, bien equipada, con espacios para el disfrute de sus habitantes - parques, zonas peatonales o para vehículos de movilidad personal -, con aire lo más puro posible y en la que se respete y dé valor al patrimonio histórico y arquitectónico. Un lugar donde VIVIR, no sólo donde dormir.
La primera cuestión - las peatonalizaciones - implica sacrificios, por supuesto. Estamos acostumbrados a ir en coche a todos lados, y de puerta a puerta, por lo que nos generan una gran resistencia al cambio. Lógico y normal, cuando no hay una red de transporte colectivo (público o no) eficiente y bien estructurada, ni se toman medidas para fomentar y facilitar ese necesario cambio de mentalidad que poco a poco se va haciendo un hueco entre nosotros y que supone una gran mejora en nuestra calidad de vida, por no hablar de las esperadas reducciones de las facturas energética, sanitaria y de limpieza/mantenimiento que implicarían tales medidas. Unas medidas que, para conseguir su objetivo final y para que la transformación mencionada sea más llevadera y efectiva, no deben quedarse en el mero corte de calles o limitaciones de acceso de vehículos: la mejora y ampliación de los sistemas de transporte público colectivos, creación de aparcamientos disuasorios municipales, situados cerca de intercambiadores de transporte, vigilados y gratuitos con tu billete de bus o tranvía; bonificaciones en la compra de vehículos eléctricos unipersonales o en la tributación a establecimientos que - ya sea de modo particular o a nivel de asociaciones de comerciantes - ofrezcan servicio de transporte y reparto gratuitos y adquieran vehículos eléctricos para ello; intermodalidad en el transporte público colectivo, con bonos multitransporte y/o billetes válidos para cierto periodo de tiempo.... Serían buenas soluciones que contribuirían a hacerlo todo más fácil y permitirían reducir la necesidad del paso de coches y motos por el centro de la ciudad, posibilitando la instalación de carriles bici o medios colectivos de transporte en vías en las que ahora sería cuando menos complicado (mete tú ahora el tranvía por la Gran Vía de Murcia, sin cambiar nada, y verás la que lías...).
Ejemplos de esta transformación urbana en curso los tenemos, por ejemplo, en la peatonalización de las calles del casco antiguo de Cartagena, en el urbanismo de las zonas Norte y Sur de Murcia - con plazas ajardinadas, calles peatonales, carriles bici segregados en algunas áreas y espacio entre edificio y edificio -, el proyecto de peatonalización parcial de Alfonso X, la implantación del servicio MuyBici y el plan para fomentar el uso de la bici como medio de transporte urbano en el centro, en estos casos también en la capital regional.
Una transformación de nuestra forma de desplazarnos en los entornos urbanos que resulta deseable ya que, a cambio sólo de alguna pequeña incomodidad, trae consigo una reducción de la contaminación acústica y atmosférica y un mayor disfrute activo del entorno. La combinación del uso de medios de transporte colectivos e individuales ligeros ( bicis y patinetes por un lado, cacharros eléctricos tipo Segway o similares por otro) es, a mi humilde modo de ver, el futuro imparable de los desplazamientos urbanos, eliminando el exceso de coches de nuestras calles y permitiendo disfrutar de una ciudad más agradable y apetecible que los vecinos, la hostelería y el comercio agradecerán con el tiempo sin duda alguna.
Una transformación que, evidentemente, llevará su tiempo. Bastante tiempo (más que el que dura una legislatura, para desgracia de algunos). Pero dejadme que os cuente una anécdota sobre los proyectos de larga duración:
Cuando Napoleón gobernaba Francia - y media Europa - cuentan que, en uno de sus Consejos les dijo a sus generales que quería que se plantaran arboles a lo largo de todas las carreteras del país, para que sus tropas se desplazaran a la sombra y así llegaran a una posible batalla sin el desgaste de una caminata bajo el sol (joder, amigo gabacho...¡pues imagínate en Murcia...!). Uno de sus comandantes, escandalizado le espetó: "Pero, Mi General... ¡Tardaríamos treinta años!". Y Bonaparte, imperturbable, se volvió hacia él y contestó: " Ah, claro... Pues entonces... ¡Razón de más para que empecemos inmediatamente!"
Pues eso.
Durante años, las ciudades han sido sólo lugares para dormir y poco más, con lo que se le restaba importancia a su disfrute y a la calidad de vida, y la modernidad implicaba simplemente construir avenidas y edificios nuevos sin importar lo que te llevabas por delante. Casos como el de Murcia - a la que el desarrollismo franquista y protodemocrático dejaron sin apenas casco histórico - o Cartagena - durante años la ciudad más contaminada de España y que, a mi modo de ver, se ha visto perjudicada en los servicios por esa errónea visión de ciudad-dormitorio - atestiguan ese error.
Hoy en día queremos una ciudad diferente: cómoda para vivir y pasear, sostenible, bien equipada, con espacios para el disfrute de sus habitantes - parques, zonas peatonales o para vehículos de movilidad personal -, con aire lo más puro posible y en la que se respete y dé valor al patrimonio histórico y arquitectónico. Un lugar donde VIVIR, no sólo donde dormir.
La primera cuestión - las peatonalizaciones - implica sacrificios, por supuesto. Estamos acostumbrados a ir en coche a todos lados, y de puerta a puerta, por lo que nos generan una gran resistencia al cambio. Lógico y normal, cuando no hay una red de transporte colectivo (público o no) eficiente y bien estructurada, ni se toman medidas para fomentar y facilitar ese necesario cambio de mentalidad que poco a poco se va haciendo un hueco entre nosotros y que supone una gran mejora en nuestra calidad de vida, por no hablar de las esperadas reducciones de las facturas energética, sanitaria y de limpieza/mantenimiento que implicarían tales medidas. Unas medidas que, para conseguir su objetivo final y para que la transformación mencionada sea más llevadera y efectiva, no deben quedarse en el mero corte de calles o limitaciones de acceso de vehículos: la mejora y ampliación de los sistemas de transporte público colectivos, creación de aparcamientos disuasorios municipales, situados cerca de intercambiadores de transporte, vigilados y gratuitos con tu billete de bus o tranvía; bonificaciones en la compra de vehículos eléctricos unipersonales o en la tributación a establecimientos que - ya sea de modo particular o a nivel de asociaciones de comerciantes - ofrezcan servicio de transporte y reparto gratuitos y adquieran vehículos eléctricos para ello; intermodalidad en el transporte público colectivo, con bonos multitransporte y/o billetes válidos para cierto periodo de tiempo.... Serían buenas soluciones que contribuirían a hacerlo todo más fácil y permitirían reducir la necesidad del paso de coches y motos por el centro de la ciudad, posibilitando la instalación de carriles bici o medios colectivos de transporte en vías en las que ahora sería cuando menos complicado (mete tú ahora el tranvía por la Gran Vía de Murcia, sin cambiar nada, y verás la que lías...).
Ejemplos de esta transformación urbana en curso los tenemos, por ejemplo, en la peatonalización de las calles del casco antiguo de Cartagena, en el urbanismo de las zonas Norte y Sur de Murcia - con plazas ajardinadas, calles peatonales, carriles bici segregados en algunas áreas y espacio entre edificio y edificio -, el proyecto de peatonalización parcial de Alfonso X, la implantación del servicio MuyBici y el plan para fomentar el uso de la bici como medio de transporte urbano en el centro, en estos casos también en la capital regional.
Una transformación de nuestra forma de desplazarnos en los entornos urbanos que resulta deseable ya que, a cambio sólo de alguna pequeña incomodidad, trae consigo una reducción de la contaminación acústica y atmosférica y un mayor disfrute activo del entorno. La combinación del uso de medios de transporte colectivos e individuales ligeros ( bicis y patinetes por un lado, cacharros eléctricos tipo Segway o similares por otro) es, a mi humilde modo de ver, el futuro imparable de los desplazamientos urbanos, eliminando el exceso de coches de nuestras calles y permitiendo disfrutar de una ciudad más agradable y apetecible que los vecinos, la hostelería y el comercio agradecerán con el tiempo sin duda alguna.
Una transformación que, evidentemente, llevará su tiempo. Bastante tiempo (más que el que dura una legislatura, para desgracia de algunos). Pero dejadme que os cuente una anécdota sobre los proyectos de larga duración:
Cuando Napoleón gobernaba Francia - y media Europa - cuentan que, en uno de sus Consejos les dijo a sus generales que quería que se plantaran arboles a lo largo de todas las carreteras del país, para que sus tropas se desplazaran a la sombra y así llegaran a una posible batalla sin el desgaste de una caminata bajo el sol (joder, amigo gabacho...¡pues imagínate en Murcia...!). Uno de sus comandantes, escandalizado le espetó: "Pero, Mi General... ¡Tardaríamos treinta años!". Y Bonaparte, imperturbable, se volvió hacia él y contestó: " Ah, claro... Pues entonces... ¡Razón de más para que empecemos inmediatamente!"
Pues eso.